Por Víctor Bruzzoni*
Redactor especial
El más sabio, coherente y entrañable, entre toda la tribu de luchadores y referentes latinoamericanos, se ha ido para siempre. José Alberto Mujica pronto cumpliría 90 años. Nació un 20 de mayo de 1935 en el barrio Paso de la Arena, departamento de Montevideo, República Oriental del Uruguay.
A esta altura de su vida era “Pepe Mujica”. Había sido agricultor dicen las redes sociales y Wikipedia. Era un político que se desempeñó como Presidente de Uruguay entre 2010 y 2015. En los 60, de joven, integró el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Por lo que estuvo prisionero (secuestrado) entre 1972 y 1985, por la dictadura cívico-militar en Uruguay (1973-1985). Pasó casi quince años de su vida en prisión.
En 1989 los uruguayos lo eligieron diputado y luego senador por el Frente Amplio (Uruguay). Para luego ocupar el cargo de ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca entre 2005 y 2008. Generador de opinión con capacidad de diálogo con la sociedad. En particular se destacó por sus expresiones, sus comentarios «sorprendentes» y su originalidad.
La ciudadanía lo escuchaba. Por la franqueza de sus planteos resultó elegido reiteradamente para la función pública. Pero tenía el talento de comunicar. No insultaba. No levantaba el tono de voz con encono. Después de ser presidente, lo eligieron nuevamente. Esta vez como senador en las elecciones de 2015 y 2020, respectivamente. Pero luego renunció, en octubre de 2020, para dedicarse a la militancia popular.
Fin de ciclo
En la actualidad era el líder del Movimiento de Participación Popular , sector mayoritario del espacio Frente Amplio, en Uruguay. Pero ese liderazgo se extendía por Latinoamérica. El deterioro de su salud no era novedad. En enero de este año, el propio expresidente uruguayo, había declarado con crudeza: «Me estoy muriendo, ya terminó mi ciclo».
En ese mensaje, el dirigente de 89 años confirmó que el cáncer de esófago que padecía se había expandido por todo el cuerpo. Y que había decidido dejar el tratamiento. Su valentía, de ascendencia vasca, le permitió vivir poco tiempo más para ver ganar nuevamente a su Frente Amplio, espacio político al que siempre perteneció.
En las últimas elecciones no fue a votar. Quien si participó fue su esposa y exvicepresidenta, Lucía Topolansky. Prefirió no hacer declaraciones públicas. Para ella, fue una jornada marcada por la preocupación por la salud de su compañero de vida y militancia.
Fue un crítico abierto del capitalismo; de acumular posesiones materiales que no contribuyen a la felicidad humana. Ha sido elogiado por los medios y periodistas por sus ideologías filosóficas. El, Times Higher Education, se refirió a él como el «presidente filósofo» en 2015, un juego de palabras con la concepción de Platón del rey filósofo.
La figura de Mujica –aún en silencio– seguirá pesando como una sombra gigante sobre el mapa político de Uruguay. Un imprescindible de las ideas que fue más, mucho más allá de la política, o de un buen funcionario. Mujica no solo marcó una etapa política sino también una forma austera, frontal y cercana de entender la política uruguaya y latinoamericana.
Dejar una respuesta