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La narco criminalidad se transforma

Brenda, Morena y Lara. Las jóvenes víctimas piden justicia

Brenda, Morena y Lara. Las jóvenes víctimas piden justicia

Por Víctor Bruzzoni*
Redactor especial

 «Esto le pasa a cualquiera que me roba droga«, dijo el jefe de la banda narco, Tony Janzen Valverde Victoriano (20), alias Pequeño J, en estos días.  Desde los 70 hasta su muerte en el 93 Pablo Escobar lideró indiscutiblemente, en Colombia, el Cartel de Medellín. Era un verdadero emperador del narco crimen organizado. Su forma de operar ha cambiado.

Ya no existen organizaciones capaces de absorber tanta producción, comercialización y consumo de la droga. Con la Covid se inundó la sociedad de cocaína de bajo valor. Porque era difícil exportarla. El sistema narco se había fortalecido, fragmentándose. Se ha diseminado en círculos que intervienen transnacionalmente, imposibles de controlar.

Así lo advierten diversas organizaciones internacionales y expertos consultados. La actual conformación de las bandas criminales, el tipo de negocio que llevan adelante, la amplitud del territorio hasta donde llegan sus tentáculos y el anonimato de muchos de sus líderes, son algunos de los factores que han logrado esos cambios.

La comunicación pública ha sido invadida, en los últimos días, casi absolutamente con el caso de las tres chicas salvajemente asesinadas en Florencio Varela. Día a día, el público se entera de hechos cada vez más violentos, en el contexto de un nuevo comportamiento social que ancla en lo cultural. Estaba delante de nuestras narices y lo ignorábamos.

“Aparte, las elites políticas y policiales terminan tentadas.”

Esa nueva mezcla de droga y prostitución nos lleva a un puerto: parte de la juventud que intenta hacer plata rápido, sin trabajar. Se habla de la cuestión social, familiar, laboral, ausencia de políticas de Estado con alta inseguridad, falta de inversión en salud pública, inversiones en criptomonedas o en bolsas, para hacer plata rápido.

Lo cierto, es que, si bien la historia nos enseña que “el mundo siempre fue una porquería, ya lo sé” no es menos cierto que, las nuevas formas de delinquir son, aparte de más terribles, distintas, novedosas. Aparte, las elites políticas y policiales terminan tentadas. Los hechos y las noticias también lo revelan en nuestro presente.

El narco Pequeño J, peruano de 20 años, presunto autor intelectual del triple crimen y su lugarteniente Matías Agustín Ossorio, argentino de 28 años, conforman parte de estas nuevas bandas, pandillas o células, integradas por conocidos y familiares. Emprendedores del delito. Muy distintas a los carteles que encabezaba Escobar en Colombia.  

En esas bandas unos hacen préstamos financieros, otros suministran, y otros la transfieren. Pero además otros la transportan, otros la compran, otros la venden al menudeo, y otros la consumen. Ese “otros” se hace infinito.  Y matan por ocupar puestos preponderantes y mantenerse dentro del grupo para avanzar en la identidad y el poder mafioso.

La impunidad y la burocracia estatal-judicial alientan el continuar el camino. Viene la venganza. Tras la persecución, el tránsito de escape a otros países – a menudo latino y fronterizo- con un simple cruce, sin registro. La circular roja de Interpol no es problema. Permite reiniciar el negocio sobre grupos preexistentes.

“Si dejan de pagar, o se quedan con parte de la recaudación,
viene la “vendetta” y el sicariato.”

Los grupos se forman conforme la naturaleza de la droga a distribuir, No más de diez con proveedores al día. Si dejan de pagar, o se quedan con parte de la recaudación, viene la “vendetta” y el sicariato. Todo transcurre desordenadamente, sin planificación. No aparece la estructura que maneja los hilos, los que financiaron en su momento al “Pequeño J”. 

Este usa el escarmiento para sus seguidores, aunque después diga «Me están echando la culpa nada más, no matamos a nadie”, “no soy parte de la red de narcotráfico”. Se produce el triple crimen con agravantes, ensañamiento y femicidio. Todo a través del silencio. Se encamina la investigación y no aparecerán en la portada de los diarios, sus directores.

Desde las autoridades del Estado se intenta, por todos los medios, abrevar en nuevos métodos de investigación para llegar al máximo escalón. Seguramente será difícil, sino imposible, llegar a la organización trasnacional, compleja en su estructura. Solo el tiempo lo dirá.

El éxito instantáneo, sin necesidad del «trabajo duro», que muchas veces se pregona en distintos contextos sociales, la imposibilidad de proyectarse en un mundo de hipersexualidad, el logro del dinero fácil y la dificultad para acompañar procesos triunfan. Falta un tiempo de preparación, un tiempo de trabajo y un logro en consecuencia.

Aparece la idea de que, en un fin de semana, se puede hacer plata porque hay otros que lo hacen. Un mundo sin reglas y sin normas, de la mano invisible, que, aunque se pregone desde muchos lugares, no existe. Marginalidad, falta de horizontes, poca o nada de preparación, malos ejemplos desde lo más alto. Una generación entregada al altar de la narco criminalidad.

*Abogado. Ex juez del fuero laboral

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