
Por Víctor Bruzzoni
Redactor especial
Según la IA (Inteligencia Artificial) los cinco mejores boxeadores argentinos de la historia son Pascualito Pérez (1926/1977), Nicolino Locche (1939/2005), Víctor Galíndez (1948/1980), Carlos Monzón (1942/1995) y Sergio «Maravilla» Martínez (49). Yo podría agregar a Bonavena (1942/1976), Firpo (1894/1960); y a más.
Pérez fue el primer argentino en ganar un título mundial (peso mosca 1954). Recordado como uno de los pioneros del boxeo argentino de élite, su legado es innegable. Locche (campeón mundial wélter junior), «El Intocable”, maestro en la defensa. Considerado uno de los boxeadores más escurridizos y difíciles de golpear.
Galíndez, otro destacado boxeador, de la categoría peso semipesado. Lo recuerdo entrenando y dando clases en el “Luna”, cuando corría desde el Correo Central a verlo. Ganó el título mundial de su categoría en dos ocasiones. Y defendió su título con éxito varias veces. El destino se lo llevó muy joven, a los 32 años.
Sergio «Maravilla» Martínez, boxeador contemporáneo, ganó varios títulos mundiales en las categorías de peso medio y superwélter. Su estilo técnico y su habilidad en el ring lo hicieron uno de los boxeadores más queridos. Pero aquí nos detendremos en Carlos Roque Monzón, un ídolo de los de antes, muy popular.
Había nacido en una barriada pobre de la localidad de San Javier, provincia de Santa Fe, al norte de la capital santafesina, el 7 de agosto de 1942. Era al final de la Década Infame y en los albores del peronismo, que a partir de 1946 comenzaría a cambiar el paisaje social de la Argentina.
“Se crio en las calles corriendo la misma suerte que miles de argentinos
que intentaban sobrevivir (…)”
Luego, la familia Monzón se asentó en el popular barrio de “Barranquitas”, siempre en aquella provincia. Era “busca vida”; y desarrollaba lo que hoy serían changas. Fue lustrabotas, albañil, canillita, también sodero y lechero. Repetía: “yo tengo cuarto grado y mal hecho”.
Se crio en las calles corriendo la misma suerte que miles de argentinos que intentaban sobrevivir en empleos precarios para hacerle frente al hambre y la desesperación. La necesidad de progresar y los azares de la vida, lo llevaron a practicar boxeo a fines de los años 50 (me imagino en improvisados gimnasios).
Eran intensas clases bajo la atenta mirada de su eterno entrenador Amílcar Brusa, hasta que pudo debutar profesionalmente en febrero de 1963, y ganó por nocaut. Alberto Zacarías famoso entrenador decía irónicamente: “No hay madre en la historia que haya recibido a su hijo recién nacido y que desee que sea boxeador”.
Monzón se puso los guantes de la vida y fue al frente. Ya en 1966, era campeón de peso mediano de Santa Fe y ese mismo año, mientras Juan Carlos Onganía se acomodaba a la fuerza en la Casa Rosada, debuta en el “Luna Park”, donde se consolidó campeón argentino en su categoría.
El 7 de noviembre de 1970, ya con el general Levingston, otro de los usurpadores del poder, el país se paralizó para verlo “vía satélite” ganar el campeonato mundial. Derrotaba al italiano Nino Benvenuti en Roma por nocaut en el 12* round. Se valió el apodo de “escopeta”: era alto, flaco y pegaba fuerte.-
Duro, frontal, con garra y aguante Monzón disputó un centenar combates, 87 de los cuales fueron victorias, 59 por KO. Por todo esto, en 1990, fue incorporado al Salón Internacional de la Fama del Boxeo de Nueva York, en los Estados Unidos.
“Le dio una paliza en seis rounds. Su contrincante no salió al 7mo.,
se quedó en el banquillo. (…)”
En una de las defensas, en París, el 9 de febrero de 1974, peleó contra el cubano-mexicano José Ángel “Mantequilla” Nápoles ante 12.000 personas. Le dio una paliza en seis rounds. Su contrincante no salió al 7mo., se quedó en el banquillo. Estuvo presente el escritor Julio Cortázar, que dejó un relato** memorable del suceso.
Entre las celebridades presentes aquella noche estaba el actor, Alain Delon, que a partir de entonces se convirtió en un amigo cercano del campeón. El Cine no lo desdeño como actor. “La Mary” con Tinayre; “Soñar Soñar”, con Leonardo Favio; y otra filmografía, acrecentaron su fama.
Se casó dos veces, tuvo cinco hijos. Todos sus romances fueron turbulentos. Tuvo denuncias (que actualmente podrían encuadrarse en violencia de género) que fueron ignoradas . Era la época. En 1981, nació el último hijo de Carlos Monzón, llamado Maximiliano. La madre era su última pareja, Alicia Muñiz.
Muñiz sería otra víctima de la violencia de Monzón fuera del ring. Nadie la escuchó ni antes ni después de aquella noche del 14 de febrero de 1988, cuando tras una larga discusión la lanzó por el balcón. Estaban en Mar del Plata. No existía el “femicidio”, pero si la idea de que los boxeadores tienen la “mano prohibida”.
Entonces, en caso de usar su cuerpo para cometer un delito, la pena será más grave que la de otro, ajeno a dicha disciplina. Carlos Monzón tiro por el balcón a la mujer en Mar del Plata. El boxeador fue juzgado y declarado culpable. Resultó condenado a once años de prisión por homicidio simple.
“Los informes aseguraron que el auto mordió una banquina y terminó
completamente destrozado.(…)”
Cuando se encontraba en la etapa final de su condena -le faltaban 14 meses de cumplimiento- comenzó a gozar de salidas restringidas para trabajar. Una de sus ocupaciones para reivindicarse era enseñar boxeo en el gimnasio de la “Unión de Empleados Civiles”, en la ciudad de Santa Fe.
El 8 de enero de 1995 aceptó la propuesta de su amigo Jerónimo Mottura, para ir a un asado. Monzón debía presentarse a las 20 en el penal de Las Flores. El almuerzo terminó a las 17. Nunca llegó. El Renault 19 gris claro, que el boxeador manejaba, tuvo un accidente en el paraje Los Cerrillos, km 50 de la Ruta Provincial 1. .
Los informes aseguraron que el auto mordió una banquina y terminó completamente destrozado. Mottura también perdió la vida, mientras que Fessia su cuñada, sufrió heridas. Tambien dicen que Monzón tuvo un infarto y no llevaba el cinturón de seguridad. y otros, que estaba alcoholizado.
Dicen que aquel día dijo: “Cuando vuelva Amilcar ya van a ver lo que pasara”. A los 52 años, Monzón fue sepultado en el cementerio municipal de Santa Fe, ante casi 60.000 personas que gritaban “dale campeón, dale campeón”. Monzón está catalogado por especialistas como el principal referente del boxeo argentino.
Atravesó su existencia de manera violenta, a los golpes en el ring y fuera de él. Todo está ahí, en ese paraje. Las placas conmemorativas dañadas. La estatua del hombre, noqueado por la vida, erguido, retirada para algún día devolverla reparada. Con sus virtudes y defectos se lo recuerda a pesar de los tiempos, bajo el fuego de los eneros.
*Abogado. Exjuez del fuero laboral
**“La noche de Mantequilla”, identificándose como “el sauce de los brazos largos”.












juan jose Prado
Como comentario al buen articulo periodistico del colega, la figura de Monzon demuestra lo que es la conciencia colectiva y su concepto de moral… A Monzon como todas las figuras con carisma social se le perdona todo… en politica sucede lo mismo… Monzon un violento asesino de su propia mujer, como resulta de una ingesta de drogas, es decir drogadicto, visioso, todo se le perdona… Otro delincuente carismatico asumió la presidencia de EE.UU. Es interesante el tema de los lideres carismaticos … y sus efectos …