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Adopción de embriones y un mundo que propone nuevas formas de dar vida

Imagen de célula madre

Imagen de célula madre de Linda Archerd

Por Víctor Bruzzoni
Redactor especial

Una mujer tuvo el deseo de constituir una familia, independiente de los hechos que se produzcan en el devenir de la realidad. Logró, sin pensarlo, un récord mundial en la conservación embrionaria. Encontró en su adopción, una alternativa tras años de búsqueda, enfrentando incertidumbre y una travesía médica nada convencional.

La especial historia del nacimiento del bebe Thaddeus, comenzó hace más de tres décadas, cuando Linda Archerd luchaba vanamente contra la infertilidad. Después de años de intentos sin éxito para concebir, ella y su entonces esposo recurrieron a la fertilización in vitro, una tecnología que en los años noventa aún despertaba incomprensión.

“Mucha gente no entendía lo que estábamos haciendo”, recordó Archerd. La madre, reveló al “MIT Technology Review”, nombrado por INFOBAE, que atravesó «complicaciones durante el alumbramiento». Pero tanto ella como su hijo lograron «perfecto estado de salud”. “Estamos asombrados de tener este precioso bebé”, señalaba.

El embrión que se convirtió en su hijo fue creado en mayo de 1994.  Se había separado del primer marido y había constituido otra pareja. Lindsey describía a su bebe como “tranquilo. Su comunidad religiosa reaccionó con asombro ante la noticia. Comparó el caso con una historia de ciencia ficción hecha realidad.

La mujer y su actual pareja eligieron la clínica Rejoice Fertility, dirigida por John Gordon, endocrinólogo reproductivo de fe presbiteriana reformada que sostiene que “todo embrión merece una oportunidad de vida” y acepta cualquier embrión independientemente del tiempo de almacenamiento.

El procedimiento

El bebe nació de la creación de cuatro embriones. Uno, fue transferido inmediatamente y se desarrolló exitosamente, dando vida a una niña sana que ahora tiene 30 años. Los otros tres permanecieron crio preservados en espera de futuros intentos de embarazo que no llegaron. Tras divorciarse, Archerd obtuvo la custodia legal de los embriones y asumió la responsabilidad financiera de su almacenamiento.

“Siempre pensé que era lo correcto”, explicó la mujer. Al llegar a la menopausia, se enfrentó a una decisión compleja sobre el destino de los embriones. Descartó las opciones de destruirlos, donarlos para investigación o cederlos de forma anónima. “Es mi ADN; viene de mí”, argumentó sobre lo que la llevó a explorar el concepto de adopción de embriones.

Distinto es la donación de embriones, una técnica de reproducción asistida que consiste en la transferencia de embriones de una mujer al útero de otra receptora. Por lo tanto, los embriones que se transfieren llevan la carga genética de otras personas. Es una gran carga emocional pues supone la renuncia del material genético de los progenitores.

¿Cómo juega la necesidad de trascendencia frente al diagnóstico de infertilidad, cuando en la actualidad puede iniciarse vida fuera del vientre materno? Toda una discusión ética y jurídica está en el tapete. Implica reconfigurar la condición del ser humano y por tanto los vínculos que lo originan. El mundo está cambiando y apenas nos damos cuenta.

*Abogado. Ex juez del fuero laboral

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