El Teatro de Repertorio tiene actualmente 40 actores y actrices, y 80 alumnos y alumnas. El director teatral, Roberto Aguirre, comenzó el camino del Teatro -que nació con el nombre Teatro de Repertorio del Norte- hace 30 años. Tras un viaje iniciático por la Alemania oriental (RDA). Por Berlín, foco mundial del mejor teatro que se conoce en nuestros días.
La primera sede del TR fue el museo de la Fundación Rómulo Raggio, en Gaspar Campos 861, Vicente López. Actualmente están en Melo 1756, Florida. El próximo 3 de diciembre lo festejarán con un brindis bajo un ceibo plantado a la entrada del complejo, regalo de un elenco alemán que pasó por allí. Y por supuesto con funciones.
El actor, Gustavo Garzón, interpretará, Bufón, sobre la base de dos piezas de Anton Chejov. Entre muchos estará un amigo de la casa, el actor Pepe Soriano. En esta entrevista Aguirre hace un recorrido por esos 30 años de teatro. Varias veces agradece y recuerda a Miguel Raggio (1926-2007), mentor del Teatro de Repertorio.
Aguirre recuerda todo. Desde los avatares que casi lo hacen dejar el teatro, las primeras sillas que consiguieron para la sala, hasta las funciones en Suecia, en Dinamarca. Las funciones en escenarios circulares. las charlas y bingos, por Zoom en la pandemia. En 30 años tiene mucho y mucho para relatar.
Arriba el telón
¿Cómo nace el Teatro de Repertorio hace 30 años en Vicente López?
En la década del 80 yo viajé a Alemania. A la Alemania democrática (RDA, antes de la unificación en 1990), No la federal. No la que todo el mundo conoce. Y eso fue un cambio mental muy fuerte que hice porque el mejor teatro del mundo todavía hoy está en Berlín. Es un teatro potente. Provocador. Combativo. Reflexivo. Todo. Y yo estuve muy influenciado cuando volví. Yo trabajaba en ciudad de Buenos Aires, hasta el ´86 trabajé. Y fui invitado por la Embajada. Después hice una enorme producción en el ´89, en el (teatro) Margarita Xirgu, sostenida por el Estado alemán democrático. Y con gran apoyo de los medios (de comunicación). Porque yo estrenaba en el país Heiner Müller, que era como el Bertold Brecht del momento. Y ocurrió que (el entonces presidente Raúl) Alfonsín renunció.
“Yo tenía mucha confianza y fe en la democracia”
Época complicada económicamente y socialmente, recién salíamos de la dictadura…
Sí, había hiperinflación. Hubo toque de queda. Y nuestro teatro tenía buenas críticas en Clarín, en La Nación, en El Argentino. Todo eso. Pero en ese tiempo nos tuvimos que bajar. Porque nos fundimos. En el ´89 dejé de hacer teatro profesional, entonces, enojado con la realidad argentina. Yo tenía mucha confianza y fe en la democracia. Lo que pasa es que cuando llegué a Europa me encontré con otro mundo que desconocía. La vida era otra cosa. El manejo de los fondos culturales era otra cosa. Pero en el ´92 me invitan de la embajada de Austria a hacer un espectáculo. Y yo lo hice en el Teatro Gral. San Martín. Con gente de Vicente López. Y ahí di por sentado el nacimiento del Teatro de Repertorio.
¿Y que representaban en el San Martín?
Eran cuatro elencos unidos para hacer un espectáculo en homenaje a un autor que se llama Jura Soyfer. Entonces ese momento fue la clave para iniciar el Repertorio. Eran los elencos de adolescentes de María Paula (Compañy, actriz y directora teatral) estaban en la secundaria. El otro era de trabajadores de la salud de San Isidro que se conformaron como grupo. También había una banda de rock. Y después un elenco de Florida. Todos juntos hicimos ese espectáculo y ahí se formó el Repertorio.
“Miguel Raggio fue como mi padrino”
¿Físicamente dónde estaban?
(Aguirre se ríe) En ningún lado. Al año, creo, o a los seis meses de todo eso, tuve una reunión con Miguel Raggio y nos invitó a participar ahí en la casona (Museo Rómulo Raggio, Gaspar Campos 861, Vicente López, la primera sede). Miguel Raggio fue como mi padrino. Hizo mucho por mí y por el Teatro de Repertorio. Pagó derechos de autor internacionales. Pago giras. También pasajes. Equipamientos. Era un tipo que se comprometía y aportaba. Nos apoyaba mucho a nosotros. Y ahí empezamos a trabajar. Nos dio el espacio del fondo la salita (la voz de Aguirre revela emoción).Era un teatro para treinta o cuarenta. Nosotros lo armamos para 50, lindo.
“El nombre de “repertorio” lo tomé de los alemanes. (…)”
Ahí ya se asentaron…
Y entonces arme un elenco. Solamente debía ser de la zona norte. Que vinieran de por aquí, Vicente López, Florida, Olivos, Martínez. O sea, queue no vengan de Constitución o de Avellaneda, sino que sean de Vicente López, o de Florida. Entonces se fortaleció.
¿Eran elencos de actores y actrices, estudiantes de teatro, de qué?
(Piensa) Aquí, en nuestro país, en Buenos Aires, hay mucha gente que estudia teatro. Estudia una vez. O con varios profesores. Tienen una enorme formación. Pero no pueden vivir de la profesión o no pueden trabajar de la profesión. Entonces dije: acá debe haber un montón. Entonces, no eran estudiantes, sino actores con formación. Y busqué que tuvieran el ánimo de armar una compañía profesional. Esa fue la consigna. Los adolescentes nuestros ya estaban en condiciones porque habían hecho giras. Habíamos trabajado en La Recoleta (CABA). Entonces se armó un lindo elenco de unas 20 personas más o menos. Éramos un montón. Y un par de años después se armó oficialmente la asociación con esta fecha y fuimos como 100.
¿La asociación cómo se llamaba?
Asociación Teatro de Repertorio. El nombre de “repertorio” lo tomé de los alemanes. Porque ellos tienen el ensamble en el cual montan hoy, qué se yo, El viejo criado (obra de Roberto Cossa), pasan seis meses y la vuelven a montar. La tienen siempre en cartel. Entonces pasan dos años y la siguen haciendo. Y así tienen 50 espectáculos, van rotando. Y eso está buenísimo. Entonces dije ¿Por qué matar una obra que estuvo tres meses y la vieron, bueno, tanta cantidad de público? Dentro de dos años la volvemos a hacer. Y así hicimos 20 veces, muchas obras. Además es la propia compañía la que sostiene las obras…
“ (…) fortalecimos los saberes del grupo. Y no nos detuvimos más.”
¿Paralelamente enseñaban en talleres de teatro?
Claro, ahí también empecé a dar clases. Yo no daba clases antes. Entonces empecé. Había una profesora de danza. Una profesora vocal. Jutta (se refiere a Jutta Luprich del TRN) dio algunas herramientas de escenografía. Y yo daba clases de actuación y de dirección. Ahí fortalecimos los saberes del grupo. Y no nos detuvimos más.
Ustedes eran “el teatro” del Raggio ¿Cómo es que deciden mudarse?
Nos tuvimos que mudar a los ocho años porque no dábamos abasto en la salita. Éramos más de 80. Y la sala era muy pequeña. Ya teníamos unos pequeños ingresos del Instituto Nacional de Teatro. Entonces decidimos independizarnos. Me di cuenta una mañana, que se acercaba fin de año, en setiembre, octubre ponele. Y teníamos como cinco espectáculos. Del Raggio nos prestaban la casona, el patio y hacíamos funciones en la sala también. Todo en simultáneo. Ya teníamos como 50 actores y 40 alumnos. Éramos un montón.
¿Allí decidieron?
Entonces lo hablo con el pequeño grupo que dirigíamos. Hicimos cuentas y veíamos que podíamos pagar un alquiler. Entonces salimos a buscar. Siete u ocho locales grandes de acá Vicente López, hasta que encontramos este (en Melo 1756, Florida). Jutta entró a la sala, hizo una especie de sonidos y me dijo: es este, no busquemos más. Eh, tiene altura, dimensiones, acústica. Todo. Hicimos un acuerdo con la dueña en ese momento. Había sido una fábrica de medias Lady First. Empezamos de a poquito. Trabajamos todo diciembre, enero y en marzo abrimos. No teníamos butacas ni sillas, no teníamos escenario. (risas) No teníamos nada.
“Tuvimos cien sillas distintas, pero no nos importó.”
¿Y cómo hicieron?
Pero empezamos igual con 10, 20 sillas. Y Jutta se fue a la sede de ARTVILO, de artistas plásticos de Vicente López, y les dijo: «Muchachos no tenemos sillas. Cada uno de ustedes regale un cuadro o una pieza de arte que nosotros canjeamos por una silla». Todo me parece una locura. Nos dieron 100 obras de arte. Todo esto estaba lleno de cuadros, de pequeñas esculturas. Entonces el público entraba, elegía y traía la silla. Tuvimos cien sillas distintas, pero no nos importó. Después el dramaturgo, Jorge Huertas, hacía algo con (el ex gobernador y presidente Eduardo) Duhalde, no me acuerdo qué. Y ya no necesitaban las gradas de un escenario. Entonces me las ofreció a mí ¡Si claro! Dije. Con el tiempo tiramos todo eso y compramos un buen piso y pusimos las butacas.
En lo artístico ustedes también experimentaban y traían a la zona teatro japonés, teatro épico con Brecht, y más ¿Qué los impulsaba?
En los años ´80 ´90, especialmente, hubo una gran explosión teatral que vino con la democracia. Y yo insisto con esto de que había estado afuera, y recibía mucha información de otros países sobre el devenir del teatro. Y a la vez veía que estábamos muy aislados. Estar metidos dentro del Raggio no era garantía de que para la gente éramos visibles Entonces empecé a armar encuentros. Hice la Primavera Teatral; El Marzo Teatral. Entonces trajimos a Cristina Moreira, Raúl Serrano, a Ricardo Monti, Roberto Tito Cossa. Todos ellos vinieron a aportar visibilidad. Entonces hubo muchas charlas, muchos cursos, y cursos extraños, de clown, de Brecht, de escenografía. Cosas que no se hacían por acá.
“(…) en el ´97 se crea el Instituto Nacional de Teatro y empezamos
a solicitar subsidios nacionales. Y eso nos organizó (…)”
El teatro japonés movió el tablero en la región…
Y con los japoneses yo estudié. Me había ganado una beca sobre teatro japonés. Estudié dos años. Entonces tenía una conexión muy fuerte con el Jardín Japonés. Con el Instituto Cultural japonés. Y nos invitaban a dar charlas a sus funciones. Y cuando venía un elenco japonés, nos lo traían a nosotros. Entonces, a mí me gustaba abrir eso. Y justamente se difundió un montón.
Se hicieron conocidos y los invitaban…
Fuimos sede de la provincia varias veces. Nos invitaba la provincia a La Plata muchas veces. Y en el Raggio comenzaron los viajes. Empezamos a viajar hacia Suecia. Siempre desde el Raggio
Pero ustedes tenían su nombre. Eran el Teatro de Repertorio del Norte
Sí. Pero le sacamos “del Norte” por lo absurdo de que íbamos a París (Francia) por ejemplo. Y nos decían ¿Cómo se llaman “del Norte” si están en el sur? Claro, en el norte del conurbano estamos. Y también en la CABA Agustín Alezzo había creado una Compañía del Repertorio. Yo le agregué lo de “norte” para diferenciarnos. Pero como esa compañía no existe más se lo sacamos.
¿Cómo se mantenía el teatro?
En la primera parte existía la Dirección Nacional de Teatro. Que la dirigía Lito Cruz, y era conocido mío. Después nos hicimos muy amigos. Pero al principio él venía, daba charlas y yo participaba con él mucho. Y esa área tenía recursos para el teatro, no muchos. Y si él se presentaba acá no nos cobraba. Íbamos a un porcentaje de lo que entraba y si no entraba nada no nos cobraba. Y en el ´97 se crea el Instituto Nacional de Teatro y empezamos a solicitar subsidios nacionales. Y eso nos organizó.
“Nos hicimos famosos en Latinoamérica. Después viajamos por Colombia.”
¿Y los cursos ayudaban también?
Eso nos daba para los dos o tres profesores que venían, era una ayuda. Pero las producciones más importantes eran sostenidas casi por el Estado a partir de los subsidios a producciones. Nosotros ganábamos concursos. Premios.
¿Pudieron llegar a solventar actores?
La compañía a partir de allí, cobraba, de acuerdo con lo que trabajaba. O sea, si hacía 10 funciones, cobraba las funciones. El reparto, la cooperativa, se repartía el dinero inmediato de la entrada. No se acumulaba nada. Y al no haber gastos de producción porque eran subsidiados, teníamos un poquito. Algunos compañeros, más o menos, la peleaban. Y otros tenían que hacer otra tarea. De la primera obra, La extraña pareja (de Neil Simon, 1965), eran ocho personas el elenco, y cuatro todavía están, tienen más de 80 años y siguen trabajando.
¿En la sede de Melo mantuvieron las obras del Raggio?
Hicimos tres obras lindas. Una fue Tambores en la noche (B. Brecht 1919), que anduvo por todos del país. Para el barrio hicimos, Despacio Escuela (de Nelly Fernández Tiscornia, 1986). Y después, Domesticados (1988), de Aida Bortnik. Que yo le puse Brecht, le cambié el formato, y explotó la obra. Justo había un encuentro internacional en el Teatro Cervantes, con mexicanos, ecuatorianos y chilenos. Y no sé por qué yo fui a dar una charla ahí y vinieron a ver Domesticados como 50 de estos internacionales y quedaron maravillados. Nos hicimos famosos en Latinoamérica. Después viajamos por Colombia.
Un hito: las butacas para sala. Pero hubo otros
¿Hoy en día cuantas salas tienen?
Tres. La de arriba la hicimos inmediatamente al llegar. Con la de abajo. Quise que sea una sala para danza. Porque trajimos un grupo de bailarinas para dar cursos de danza. Yo quería que eso sea un taller de danza. Y al poco tiempo vino Gerardo Hochman, el de la Compañía de la Arena, de circo, que ahora está en la UNSAM (Universidad de San Martín) y la alquiló por ocho años. La arena norte. Y abajo teatro. Aunque también usamos la sala de arriba para hacer espectáculos circulares.
Sí. Recuerdo haber venido a cubrir alguna obra así…
Eso no habíamos hecho nunca. Los japoneses lo hacen siempre. El público sentado alrededor en el piso. Y 10 años después habilitamos la más chica ésta, pero sin escenario, nada. Y hará seis años o siete le pusimos butacas, luces todo. Ahora entran 30 con butacas, pero sigue siendo la chica. Pero nos viene bien porque hacemos espectáculos mucho más reducidos. Con menos producción, pero más teatrales.
¿Cuáles son los hitos del Teatro de Repertorio en cuanto a lo estructural?
El armado de butacas es uno. El escenario nuestro es muy generoso. Entonces, cuando le pusimos las butacas pasamos a la categoría AA del Instituto. Eso nos da mucho orgullo. Y eso fue más o menos hace 12 años. Después hace seis u ocho años ganamos un premio nacional y lo usamos para armar el Café, otro hito. Es abierto al público, venga o no venga a las funciones. Y el tercer hito es el frente que acabamos de hacer este año, hace un mes. Nunca, en los últimos 22 años que llevamos acá, lo habíamos reformado.
Con Kaspar nos ganamos todo
¿Y en cuanto a las obras, lo artístico?
Es una cadena, algo unido, aunque yo lo cuento separado. Nosotros en el 93 94 estrenamos Kaspar (Peter Handke 1967). Ganamos todos los premios nacionales, provinciales y municipales. Todo. Ganamos plata, giras. Llegamos a Tucumán. Pasamos por toda la provincia de Buenos Aires. Bueno. Nos llamaron del (Teatro) San Martín. Nos llamaron del Pairó. Hicimos funciones en capital en lugares increíbles. La estrenamos en el Raggio. Una vez viene una señora con otra. Me dice: ella se llama X…. es una gran directora de Grecia que lo quiere felicitar. Y es mi prima, me dijo. La otra señora me da su tarjeta y me dice (con vos extranjera): Nosotros en Grecia hacemos un festival y me gustaría que vaya.
¿Y era posible ese viaje?
Yo pensé: ¡qué loco! ¡Pero al poco tiempo me llegó la invitación formal a Atenas! Miguel (Raggio) me pagó el pasaje y fui. Era un simposio internacional sobre teatro griego contemporáneo. Allí hablo de Las Troyanas (Eurípides 415AC) que estábamos por hacer. Un señor sueco, allí en Atenas, me dice: me gustó lo que escuché. Iré a Buenos Aires a ver la obra ¡Viene seis meses después y ve Las Troyanas! Y nos lleva a Suecia, a todo el elenco e hicimos tres giras por Suecia, Dinamarca, con el elenco de Vicente López. Era el ´98 más o menos.
Guillermo Tell en femenino
¿En español la hacían?
Sí, porque había mucha comunidad latina. Este fue otro hito. Un diario de Estocolmo en sueco, pero veíamos una foto conocida en la tapa del diario. Éramos nosotros, porque al menos en esa época tenían como consigna no poner hechos políticos o violentos en tapa y ponían lo artístico. Y otro hito es cuando nos nombraron Artistas de la Ciudad, acá en Vicente López en el Concejo Deliberante.
¿Cómo se movieron en el aislamiento de la pandemia?
En pandemia yo di 34 charlas sobre teatro. Los domingos daba charlas. Los sábados hacíamos brindis por Zoom desde casa. Hacíamos bingos. Entonces alguien cantaba, hacía alguna escena. Todo por Zoom. Y de lunes a jueves teníamos por Zoom las clases. Era mucha gente y había mucha actividad, pero por Zoom. Sí, pero lo que demostró es que había una gran comunidad que sostenía.
¿Y qué proyectos tienen después de ese recorrido de 30 años?
Bueno, estamos en tiempo femeninos. Entonces, el año que viene vamos a hacer la obra, Guillermo Tell (Friedrich Schiller, 1804), que siempre se hace con treinta hombres, con 15 mujeres. Con Antígona (Sófocles, 442 AC) nos fuimos de gira por Grecia pero eran seis mujeres, un varón, y del elenco era Julieta Vallina (1972-2022) que falleció en agosto. En 1964 65 en Japón se armó una compañía de actrices japonesas, enojadas porque el teatro japonés no tienes mujeres y los hombres, los actores, se maquillan como mujeres. Eso me impactó. Entonces este año hicimos cuatro espectáculos de mujeres solamente. Y el año que viene vamos a hacer otros tres o cuatro más.
Gustavo Camps
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