El abogado, Juan José Prado, transita sus nueve décadas, por lo que puede contar en primera persona mucho de lo acontecido en el país, desde hace mucho. Sus columnas tienen esa riqueza de base. En esta recuerda que, a los 11 años, en Posadas Misiones, vivió con lejanía geográfica, pero cercanía familiar y de ciertos hechos, la pueblada del 17 de octubre de 1945. Obviamente entendía poco y nada de lo que sucedía, pero nunca lo olvidó.
Juan José Prado*

Ese día transitaba mis primeros once años y 10 meses de vida. Supe sobre lo que pasaba en Buenos Aires por la repercusión en la entonces Gobernación de Misiones. Mi padre trabajaba en la cadena de tiendas de los hermanos Rodríguez Barro. Muchos kilómetros nos separaban del epicentro de la conmoción. Era el 17 de octubre de 1945.
Mi padre comentaba los hechos. Pero sobre todo sabía sobre la incidencia que habían tenido en los alquileres, que era el problema existencial de la familia, de mi familia. Era todo confuso. Y él solo sabía repetir la cantinela que vinculaba a Ramírez –el presidente de facto, Pedro Ramírez, si mal no recuerdo entre 1943 y 1944-.
A los dos años de aquel 17 de octubre, por impulso de aquel hombre, un militar, cuya libertad se pedía, Misiones pasaría a ser provincia. Para aquel niño de 11 años y 10 meses fueron hechos inolvidables, pero entonces incomprensibles. Una multitud en la Plaza de Mayo de Buenos Aires pedía la libertad de aquel militar.
Pude aprender muchos años después que los militares que impulsaron el golpe del `43 tenían una característica. Más allá de ser golpistas, pusieron atención en ciertos reclamos populares. De allí el tema de la baja de alquileres que mi papá tenía siempre presente. Y, entre ellos, uno se destacó más todavía, el coronel Juan Domingo Perón.
“(…) todos esos hechos, las traiciones, los fusilamientos, no pudieron
borrar el recuerdo de aquel líder”
Solo pude descifrar aquella nube de vértigo social y familiar que viví, con el correr del tiempo. Hoy a 80 años de aquella pueblada que reclamaba por su líder, Juan Domingo Perón, sigue vigente en mi recuerdo, también todo lo que vino después para borrar al líder de la memoria de un pueblo que, luego supe entender, reclamaba por la justicia social.
A 80 años de aquel 17 de octubre una buena parte del sistema político todavía, actualmente, ejerce la crueldad para implantar esas herramientas del pasado con las que se intentó barrer al peronismo. Y a su líder. Recuerdo el rebuscado Dec.4161/1956, que sancionaba con cárcel decir la palabra “Perón” o sus derivadas, “peronista”, o cantar “la marchita”.
Recuerdo el bombardeo a la Casa Rosada y la Plaza de Mayo en junio del `55 con más de 450 víctimas civiles. También recuerdo los fusilamientos de civiles de José León Suarez en 1956. Sin embargo, todos esos hechos, las traiciones, los fusilamientos, no pudieron borrar el recuerdo de aquel líder que llenó la Plaza de pueblo aquel 17 de octubre de 1945.
Aquel hecho es la reivindicación de la lealtad del pueblo trabajador. En lo que a mi concierne, la foto de las y los trabajadores refrescándose en las fuentes de la Plaza de Mayo es todo un símbolo imborrable para aquel niño de once años y diez meses que lo vivió desde la ciudad de Posadas como algo lejano y cercano a la vez.
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