El local “Demond and Machine”, cercano a las avs. Alvear y Del Libertador, presentó de manera especial un evento artístico que exploró la relación entre las motocicletas y el mundo del arte. Las motos, en la actualidad, no parecen ser solo vehículos de transporte sino también de placer, inversión y una fuente inagotable de inspiración para algunos artistas. La combinación de diseño, ingeniería y estética de las motos ha llevado a la creación de obras únicas y emocionantes.
Por Víctor Bruzzoni
Redactor especial
Hace más de 130 años no existían ni la bicicleta ni el motor en sus formas actuales. En 1868, Louis Perreaux diseñó y patentó un motor de vapor, instalado en la primera bicicleta propulsada por vapor que aparecía en el mercado. En 1894, los hermanos Hildebrand y Alois Wolfmüller patentaron un motor acoplado a un cuadro de bicicleta.
Este motor era bicilíndrico, de gasolina, refrigerado con agua. Se convirtió en la primera motocicleta con motor de combustión interna. El mundo comenzaba a rodar en dos ruedas. Y llegamos al presente. El 26 de octubre hubo un evento en la ciudad de Martínez. Pasó inadvertido. El lugar era “Demond and machine”.
Parece ser que contemporáneamente, en las galerías de arte internacionales, las motos han encontrado su lugar en el centro de la escena. Obras de artistas que se inspiran en las formas, la cultura y el espíritu en torno a las motos. Desde pinturas y esculturas hasta fotografías y arte digital.
Lienzos en blanco
Estas muestras atraen a entusiastas de las motos y amantes del arte por igual. Exploran la belleza y la emoción que rodea a la moto. Y ofrecen, a los visitantes, una perspectiva original sobre el icónico vehículo. Aquella noche en Martínez la temática principal pareció crear una corriente vintage, que causó ruido.
Es que la personalización de este tipo de motos, choperas y demás, es una forma de expresión artística en sí misma. Los constructores y diseñadores de motos las utilizan como lienzos en blanco para crear piezas especiales sobre ruedas. Estas creaciones únicas, a menudo se exhiben en las calles.
Entonces, llaman la atención del menos enterado. Hay distintas marcas y modelos, que se cristalizan en verdaderos concursos de personalización. Esto es apreciado de manera particular por el visitante. Y se puede admirar tanto la creatividad como la habilidad de sus constructores.
El evento de sábado, en aquel local, ofreció una experiencia única en su tipo. Para los visitantes había no solo exhibiciones de arte relacionado con las motos. Sino que, al mismo tiempo, pudieron explorar la cultura motera en vivo. Y un stand en el primer piso con todo lo necesario para el motoquero: indumentaria, accesorios y joyería.
“Demond” es una marca reconocida, por ejemplo, en España. El número total de motos disponibles (de serie, prototipos especiales construidos en fábrica, modelos únicos de encargo, sidecars y triciclos, por citar solo algunos) es muy grande.
Motos vestidas para la ocasión
Para extraer el historial de la serie de funciones y dictados que representan las motocicletas (esa noche había más de 70 ejemplares), se ha hecho en función de un grupo de elementos que definen muy bien el siglo XXI: la estética, la innovación tecnológica, la excelencia del diseño y su impacto social.
Todas las motos de la muestra son el resultado de la combinación de más de uno de estos criterios. Y algunas, como las de “Royal Enfield” o “Harley Davison” -solo por citar algunas de una combinación armoniosa- estaban ahí vestidas para la ocasión.
“Conducir una moto puede ser todo un arte. Por eso su atracción también. Además, si vas con tu chica “me siento otro”. Creo que es una de las cosas más eróticas que podemos imaginar y que resultan inalcanzables”, decía uno de los motoqueros participantes de la muestra, en Martínez.
Las motos expuestas eran auténticas obras en sí mismas. Su influencia interpela al arte contemporáneo. Se usan como símbolos de rebeldía, velocidad y de la tan vapuleada libertad. La cultura motoquera en la sociedad actual pasó a ser una representación del “pop”. Y no excluye a la mujer.
Como objetos de arte, entonces, las motos quieren ir mucho más lejos; quieren abrir nuevas vías de creación. Está claro que, lo sean o no, es el público el que debe juzgar la validez de esta aventura diferente a ver la “Gioconda” de Davinci en el Louvre. Pero bien vale la pena la experiencia.
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