En las redacciones, incluso en los departamentos de prensa empresariales y gubernamentales, actualmente se trabaja a la velocidad de la luz, no a kilómetros por hora, entonces cualquier cosa puede pasar. Pero la semana última llamó la atención un comunicado de Prensa-Presidencia que llegó a algunas redacciones con el nombre de otro presidente, no el actual. El columnista, Juan José Prado, entonces, recordó un análisis que hizo para la Revista Abogados en los ´90.
Juan José Prado*
A propósito del error de comunicación de la Casa Rosada, dando cuenta de una reunión ministerial “presidida” por Carlos S. Menen, en la presidencia de Mauricio Macri, me vino al recuerdo el siguiente artículo, donde vinculo globalización, deshumanización y administración de Justicia en el que concluyo destacando que “se debe utilizar la norma como instrumento de paz social que haga posible determinar que el centro de preocupación es la persona humana”.
Por ello decimos que sin lugar a dudas la globalización ha incidido directamente –por su concepción diametralmente opuesta- en la ideología de los Derechos Humanos y consiguientemente en el ejercicio de la profesión del abogado, quien no ha podido eludir la contaminación en su función, incidiendo esta influencia en sus objetivos, de la misma manera como lo ha hecho en todas las áreas sociales.
Esta cuestión que cotidianamente nos preocupa y ocupa en el quehacer propio del abogado, se manifiesta con expresiones de “falta de transparencia”, “corrupción”, “impunidad” y la ausencia de aquello que es esencial al concepto de abogar y de distribuir equitativamente la riqueza, a saber la Ética y Justicia.
Con esa preocupación nos orientamos en la búsqueda de la significación del término globalización, para llegar al fundamento ideológico que impulsa su accionar. Conforme el diccionario expresa un vocablo cuya etimología se encuentra en el campo de la física (globalización: neologismo, deriva de globo, cuerpo redondo), es decir, de una concepción disciplinaria que no se compadece con la propia función del abogado, a saber universalista y omnicompresiva del pensamiento social del hombre, y su “deber ser”.
Me ha preocupado en mi Manual de Introducción al Conocimiento del Derecho Privado (Ed. Tribunales 2019) comparar entre ciencias naturales y sociales, y en especial sus principios. Hilvanando ciertas reflexiones vinculadas con la cuestión, lo primero que advertimos es una concepción –supuestamente científica- del campo de la física, con su metodología de rigidez, al que se pretende infundir un “deber ser” ideológico totalitario.
En segundo término nace el interrogante: ¿es posible aplicar el método científico de la ciencias sociales al campo de la globalización? Nos plantea la dificultad de proporcionar resultados que se puedan compadecer en un encuentro científico evidentemente contrapuesto y que ello pudiera ser implementado con la instrumentación que proporcionan la ciencias físicas.
La globalización impone una técnica de resultado rígido , permanente y estable, para ello somete desde las finanzas creando una superestructura autoritaria que es la meta y objeto del método científico. Nada debe oponerse a ese objeto, que contiene como toda acción de sus actores (empresas) la capacidad de hacer y deshacer a su antojo.
Se rechaza toda reacción, basada en juicios racionales, del campo social en sus expresiones individual y colectiva que pudiera emanar en el orbe. La simultaneidad de las comunicaciones facilita que nada pueda evadirse y se expresa este objetivo mediante la estricta fiscalización de las conductas humanas, mediante el constante quehacer de los órganos supranacionales creados al efecto, en resguardo de los intereses económicos financiero concentrados.
En tercer lugar advertimos que lo prioritario es el resultado, y para ello se demanda eficiencia individual y colectiva (como diría Marcos Peña “la culpa es de la sociedad ineficiente”) al o los sometidos. Se acuña el éxito de la mano de aquel que proporciona mayores ganancias al centro hegemónico del poder económico, a través de su cadena esparcida por todo el mundo mediante sus redes de informática y computación satelital. Todo ello en la relación causal de acción en búsqueda del resultado.
No interesa ni resulta importante el hombre como PERSONA, éste solo debe cumplir las directivas impartidas desde sus departamentos gerenciales (monopolios, oligopolio, organismos internacionales) para producir resultados, y para ello sólo interesa que sepa producir ganancias al representante del proceso financiero, que es quien imparte los conocimientos que les interesa que posea el “recurso humano” (no hay personas, seres humanos) para que le brinde ganancias.
Para contrarrestar los efectos negativos de esta “política” se imponen espacios sociales, aplicando reglas contenedoras que deben evitar los desbordes propios del abandono y la marginalidad. Las reglas de la política de ajuste acompañan las redes sociales como desprendimiento de garantía de los resultados económicos haciendo posible menos traumático la exclusión social, siempre el objetivo eficiencia, mas resultado.
El concepto de humanización del estado de derecho democrático, se aniquila. Se expulsa al hombre como persona digna, desaparece el centro de la actividad productiva (algunos denominan regalado) es decir la fortaleza y creatividad del ser humano en sus múltiples expresiones del trabajo. La concepción humanista es dejada de lado porque lo que interesa es el lucro, solo el lucro, el hombre es útil conforme la función y el tiempo asignado para producir ganancia. Cumplida su tarea se lo expulsa.
El individualismo nos invade, empezamos a someternos a la política de mercado, y a naturalizar este estado de cosas, poco a poco nos sumamos como un factor más y acompañamos a nuestra propia exclusión, comprometiéndonos a asumir la hipócrita actitud individualista que no quiere reconocer lo que nos pasa y lo que pasa a nuestro alrededor. Para no advertir utilizamos el mecanismo de la DESCALIFICACIÓN, de esa manera aceleramos el sometimiento y prosperan los discursos de la ineficiencia y la falta de transparencia en nuestras conductas sociales.
Esto escribía en la Revista Abogados en marzo de 1998. Con algunas modificaciones advertimos que aquella política de mercado de Menen, no difiere mucho de lo hecho actualmente. Ambas desdeñan la Justicia. Profundizan la grieta clasista. Someten la soberanía nacional subordinándose a los dictados del Fondo Monetario Internacional.
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