En esta nota que destila un realismo y una exhortación a la responsabilidad con la sensibilidad que solamente una mujer es capaz de expresar, Marcela Cortiellas Córdoba -psicóloga, política, sindicalista- describe el mundo muy poco acogedor en el que vivimos –”una sociedad hipercapitalista, hiperperversa” resume con precisión- y propone dejar de mirarnos el ombligo para construir comunidad en conjunto, hermanadamente, en pos de las futuras generaciones.
Por Marcela Cortiellas Córdoba*
Hace mucho que no escribo. Hoy la humanidad me estremece, la línea de pobreza de nuestro país se lleva puestos a millones de niños y niñas. Sabina, Sabina, Sabina resuena en mi cabeza y la imagino con su cámara. Ella simboliza lo que estamos dejando, lo que las políticas neoliberales de ajuste dejan, hambre, muerte y destrucción de sueños. Hoy hablamos de niños, niñas y adolescentes, etiquetados y etiquetadas, medicalizados y medicalizadas, estimatizados y estigmatizadas para encastrar en este concierto perverso de una sociedad hipercapitalista, hiperperversa donde el éxito es incentivado a ser alcanzado de cualquier manera.
Y la respuesta del mundo adulto fascista es “te bajo la edad de la imputabilidad” o “dejo que te mueras”. Hemos perdido humanidad, sensibilidad y abrigo. El sistema reinante vomita “bylling/violencia” en las escuelas, en los clubes, en las instituciones; esta ideología neoliberal expulsa la otredad, lo distinto es subversivo porque me interpela me muestra la falta, no es dominable. En el culto al individualismo y la meritocracia la respuesta es: “te vamos a condenar más temprano por tu fracaso que es el nuestro”.
La miseria de sensibilidad que nos invade como sociedad, donde nos acordamos de ciertos valores porque es jueves santo o porque está la campaña anual “un sol para los chicos” para sentirse bien y donar lo que te sobra. Las niñas y los niños pobres se están muriendo y sobre todo les estamos liquidando los sueños y el futuro. Cuando un adolescente no tiene nada, su vida es deshecho. La sociedad debe reconstruir lazos sociales desde la política y las instituciones sociales y gremiales.
La infancia y adolescencia están conectadas a una matriz virtual mercantilista desde el celular y la tablet. Actualmente pocas familias juegan, corren en lugares abiertos, cantan y ríen mucho. Les enseñamos a consumir, a competir, a mentir. Las adultas y los adultos debemos pensar y volver a construir ese mundo feliz que olvidamos. Hoy hasta el/la más militantes dudan de poder lograrlo. La utopía es un como si nos emancipamos, como si algún día distribuiremos la riqueza, la esperanza y los derechos para todos y todas. Volver a crecer, en serio, más allá de los cargos, y puestos de lucha es un desafío.
Dejar el individualismo para construir comunidad organizada, no la mía, mí micro organización donde estoy cómoda con mis iguales, sino hacer lazo con el otro, con la diversidad de los pueblos. Volver a hacer la revolución en cada casa, en cada aula, en cada área de gobierno, en cada institución, en cada proyecto. El tener no puede ser la medida, debemos volver al ser. Subvertir el status quo, subvertir esta posverdad que no es nada y darle una nueva oportunidad a la infancia y a la adolescencia que viene es la revolución que debemos encarar.
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