Por Fernando Martín Peña*
Hoy (domingo 13-8) en Página/12 hay una nota sobre el plan «Recuperar» que es simplemente una vergüenza. Un directivo de la DAC asegura que el fílmico «no se fabrica más» y que quienes bregamos para que el dinero (sobre todo el dinero público) se invierta en lo que probadamente perdura lo hacemos porque tenemos presuntos intereses comerciales.
Luego de esas palabras habla otro señor, que si tiene intereses comerciales de verdad, porque dirige una empresa que dice dedicarse «a la restauración, remasterización y preservación del patrimonio audiovisual» y aspira a obtener recursos para ocuparse de «cuatro mil películas». Todo en digital.
Lo digo de nuevo y que lo entienda quien quiera:
-Hacer un nuevo máster y una corrección digital no implica restaurar ni preservar. Son procesos imprescindibles para difundir, que es la única parte positiva del plan Recuperar pero no restauran el film, porque restaurar algo no supone hacer que sea vea bonito sino acercarlo todo posible a su forma original, que en estos casos es analógica, y tampoco lo preservan porque lo digital no está hecho para perdurar en el tiempo.
-En el mundo no hay ningún debate sobre el tema, no es una cuestión de opiniones como pretende la nota: las grandes empresas, los archivos y las cinematecas del mundo y los productores y cineastas que entienden realmente el problema ya han decidido preservar en fílmico, que se sigue fabricando para eso y para los directores nostálgicos que siguen filmando en 35mm. No deja de asombrarme el modo en que muchos directores locales admiran a tipos como Scorsese pero no quieren entender nada de lo que Scorsese dice sobre este tema.
-El plan está muy bien para poner en circulación los films en las condiciones que el mercado actual requiere. Sus responsables podrían sostener ese mérito con razón sin necesidad de atribuirle otros que son ficticios ni de prolongar un estado de confusión en la materia que es exclusivamente nacional.
-El fílmico es caro pero noble y una vez procesado requiere poco. Realizar todas las operaciones necesarias para que un archivo digital sobreviva al tiempo es igualmente caro y además trabajoso. En todos estos años, la segunda gran causa por la que se pierden las películas (la primera es la ausencia de una Cinemateca Nacional) es el descuido y el abandono de sus directores y productores. Esa experiencia ya nos permite predecir lo que pasará: conservarán sus obras solamente los que puedan pagar y se ocupen periódicamente del tema. La ley de la jungla tan querida a los tiempos políticos que corren.
-Que un directivo de la DAC sinceramente crea que el digital se ve y se oye mejor que el fílmico y que la esperada reapertura de la sala Lugones se realice con este circo alrededor de tales materiales, son consecuencias lamentables de esa confusión, formas de resignación ante el avance de la Nada.
-Para los que hemos tratado durante todos estos años de explicar el problema sería mucho más fácil no escribir estas líneas, esperar unos años y entonces, cuando todo desaparezca y los realizadores y productores comprueben que tiraron su dinero en nubes de humo, mascullar «¿Viste que te dije?» Pero esa sería otra forma de resignación.
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