Hoy sábado, en el Parque de la Memoria (CABA), se llevó a cabo el deseo de la militante de derechos humanos Delia Belardinelli, fallecida el último 19 de abril. Familiares, compañeros, militantes y amigos acompañaron sus restos. Héctor Rodríguez lo relata en esta columna con gran afecto y su memorable escritura.
“Cosecharás tu siembra”
Por Héctor Rodríguez*
Y llegó el día, frío como un témpano –ni aun así fue un obstáculo– donde con tus tres hijos al frente más un nutrido puñado de familiares, militantes y compañeros, como hubieras querido, nos acercamos caminando lento y en silencio dentro del Parque de la Memoria, buscando demorar lo posible la ceremonia, hasta arribar al extremo norte de ese espacio emblemático de la Costanera. Fue entonces que el cura Jorge Marenco leyó una oración de Carlos Mugica que tanto te gustaba, Delia Belardinelli. Y luego otros compañeros y compañeras te recordaron, como Martina Montoya, de CAPOMA, quien te trajo al presente con el brillo de emoción en sus ojos y la voz temblándole al recordar anécdotas envueltas en miel. También habló Lita Boitano, que por instantes se quebró. Y hubo un brindis con ron, sí, como lo habías imaginado, y hasta ordenado, con esa gracia irreverente tan propia.

Delia, al frente, con algunos de sus compañeros de la Comisión Memoria Verdad y Justicia Zona Norte cuando la declararon mujer destacada de su ciudad, Vicente López
Y mientras la ronda iba acercando a cada uno los vasitos plásticos cubiertos de alcohol, el jujeño Bruno Arias (a quien alguna vez le serviste un flor de guiso en sus pagos, contaron hoy) regaba la tarde con sonidos dulces del Norte, tierra que tanto transitaste. Todos invocamos tu nombre, porque hoy no mentamos esa muerte tuya. Hoy, Delia, la reemplazamos por palabras tiernas, corazones tibios y lágrimas en sordinas. Hoy, esa muerte impiadosa que te llevó temprano se transformó en comunión de flores abiertas, en una luz azul como el mar y en danzas bellas que amaste.
Luego sonó como un clamor “Delia Belardinelli, ¡presente, ahora y siempre!”. Tres veces sonó (como tantas veces lo hiciste vos por otros compañeros), arremolinadas nuestras voces al viento, que elevó tu figura hasta los cielos que hoy habitarás. Fue el turno de arrojar –de liberar, mejor– tus cenizas sobre el río marrón que tanto dolor y ausencia provocó en nuestra patria, y por el que debiste salir un día a la calle a luchar, cuando tu compañero Ricardo pasó a integrar la larga lista de desaparecidos. Nunca, desde entonces, dejaste de marchar, de reclamar, de acompañar a tantos en tu misma situación, aquí y allá, como un reguero inexpugnable de amor y rebeldía.
Jamás te resignaste al silencio, ese que ahora ahogamos al momento en que tus hijos esparcen esos pedacitos minúsculos de partículas grises que llevan consigo una vida tan intensa como valiosa, un camino tan comprometido como auténtico. Es eso lo que te están reconociendo quienes arropan a Ricky, a Gabriel y a Rocío, tus tres amores, que se abrazan fuerte, con los labios apretados, sabiendo que los habitás mientras te murmuran estremecidos.
Otra vez Arias, con un huayno suave acompañado por un siku y percusión, dejó que sonara su voz como un arrullo. “Lejos de vos / palomita / no puedo andar. Palomita / vuela sobre los techos / vuela libre, libre sobre mi pecho.” Libre, repite el canto, así te sentirás ahora, Delia. Tu tarea, aquí, finalizó. Acabás de recoger el aplauso cerrado, el amor y el compañerismo de tantos que estuvieron a tu lado, siempre, como una auténtica gran familia que arropaste, sabiendo que la lucha no terminó hasta que tus ideales de justicia social y Verdad alguna vez sean tan palpables como el sol que tras el acto se dejó asomar, trastocando un cielo impregnado de nubes en destellos luminosos. Todo en tu honor.
HR
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