En plena pandemia por el coronavirus se vuelve a cuestionar, con razón, a una parte del periodismo actual, cada vez más cerca de los negocios y más alejado de la información. El doctor, Juan José Prado, siempre atento a lo que pasa en la sociedad trae a colación los rumores con los que los dictadores romanos, nada menos que hace veinte siglos, aprovechaban la falta de información, para neutralizar a los opositores y consolidar su poder. Cualquier parecido con la actualidad, observa Prado, es pura realidad.
Por Juan José Prado*

La transmisión escrita nos proporciona conocimientos de hechos, circunstancias históricas que se repiten inexorablemente en el tiempo. Los personajes se renuevan pero sus actos son idénticos, inconfundiblemente idénticos, con efectos similares, en especial en la reacción del colectivo social.
La historia romana, nos cuenta de las conquistas territoriales, del avance de su cultura y la implantación de sus instituciones en todos aquellos pueblos conquistados. Una globalización cuyo objetivo era aplicar la receta que sus instituciones imponían a las civilizaciones sometidas.
Bien que lo consiguieron aquellos romanos, desde el comienzo de los Cesares, con Julio Cesar a la cabeza. A tal punto han sido más que exitosos habida cuenta de que aún hoy están vigentes. Basta con leer los códigos civiles, penales o comerciales para constatar su vigencia.
Pero, en rigor, lo que detiene mi atención es en el hacer político. La conducta de los Cesares en la conducción de los vaivenes sociales y de los efectos de las decisiones asumidas por aquellos que conducían al pueblo Romano. E, caso de Domiciano, por ejemplo.
Domiciano, el Cesar máximo, el autotitulado «Señor y Dios», que ejerció, según muchos historiadores, más allá de los revisionismos, una dictadura brutal, con la aceptación de un pueblo que aplaudía el pulgar hacia abajo, cuando castigaba a cristianos, el enemigo imaginario entonces, y condenaba al apostol Juan…
Domiciano basó el mantenimiento de su reinado durante 18 años, en especial, utilizando los rumores, que se esparcían en la sociedad para señalar al enemigo. Sin prueba, pero rumores al fin, y en aumento, conducían al sacrificio a sus destinatarios enemigos del Cesar..
Rumores, falsas imputaciones en tanto repetidas eran aceptadas por el colectivo social, que aplaudía la lucha contra los acusados, según los rumores del Cesar, cristianos que pretendían destituirlo, reconocer otro Dios, que no fuera él, o asesinarlo.
Actualmente el rumor es sustituido por los medios de comunicación. Sin prueba alguna, obedientes a los dictados del poder real, los medios, en manos de quienes ostentan el poder económico que pervierte y se nutre de injusticias, condenan al enemigo sin piedad alguna.
En la actualidad el rumor se nutre con diarios hegemónicos, televisión, Internet, periodismo mercantilizado. La mentira se erige como la verdad. Y la convicción, de quienes no aceptan las directivas, es la prueba para merecer la sentencia condenatoria.
Así el cesarismo corporativo, dueño del poder, nos somete a sus dictados. Han pasado muchos siglos pero la conducta del poder y de la sociedad no difieren ¿Qué diferencia hay entre el Imperio Romano antes de Cristo y la globalización de nuestros tiempos?
*Abogado, Gran Maestro de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Ex presidente de la Asociación de Abogados De Buenos Aires. Miembro de la Mesa Directiva de la APDH (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos)
Dejar una respuesta