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Formación Cultural Comunitaria en la Argentina

Coordinadora del Programa Territorio de Saberes, del ministerio de Cultura de Nación, Paula Bruno

Coordinadora del Programa Territorio de Saberes, del ministerio de Cultura de Nación, Paula Bruno

Un libro relata en primera persona la experiencia de formadores culturales en espacios barriales comunitarios como bibliotecas populares, y áreas de extensión en sindicatos y universidades, entre muchos otros, de todo el país. Dos capítulos, asimismo, se editaron en quechua y qom, y español. La presentación tuvo lugar días atrás en el Palacio Belgrano Otamendi, de San Fernando. Estuvieron la coordinadora del Programa Territorio de Saberes, del ministerio de Cultura de Nación, Paula Bruno. Y la secretaria de Comunicación y Prensa del Sindicato de Ladrilleros UOLRA, María Loy, una de los más de veinte autores del libro.

La experiencia de formadores de Formosa, Santiago del Estero, Entre Rios, CABA, Mendoza, Buenos Aires, San Juan, Tucumán, Salta, Neuquén y más provincias

Territorio de Saberes es un programa del ministerio de Cultura que apunta a fortalecer proyectos comunitarios de cultura, en todo el país. Fortalece la identidad cultural, propicia la circulación de saberes culturales y fomenta el trabajo colectivo, y en redes, sobre conocimientos populares a los que el mercado no llega.

En el Palacio Otamendi Belgrano, de San Fernando, reciclado y convertido en centro cultural este año, el programa presentó la publicación, Formación cultural comunitaria en Argentina. Con 155 páginas sobre la experiencia de formadores culturales de todo el país. Incluso de pueblos originarios en su idioma original (qom, por caso).

El panel estuvo conformado por la coordinadora del programa, Paula Bruno, y María Loy, una de las escritoras de su experiencia como parte del sindicato de Ladrilleros UOLRA. Y al finalizar, talleristas del municipio hicieron preguntas y dieron sus pareceres sobre la experiencia de construir y transmitir saberes en sus comunidades.

Espacios culturales comunitarios

Formadoras de la región

Bruno explicó cómo desde su área ministerial los espacios culturales comunitarios (ECC) se visibilizaron como emergentes de un proceso social. Colectivo y nacido en las propias comunidades. Que busca comunicar, transferir, compartir, saberes y experiencias únicas y propias. Y lo hacen desde sus propias perspectivas.

Se refería a experiencias de bibliotecas populares; áreas de extensión de universidades, sindicatos, entre otros. “(…) Espacios donde habilitamos nuestras voces y las hacemos circular”, se define en una de las notas*. Lugares que nacen del compromiso y la necesidad de las propias comunidades. No de estudios de mercado u otras hierbas.  

Así, las iniciativas no bajan del Estado a una comunidad. Sino que es la propia comunidad la que construye cultura en sus espacios comunitarios e interpela al Estado, señalaba Bruno.  Toda esta experiencia es la que muestran estas y estos más de veinte escritores en Formación cultural comunitaria en Argentina (Min. De Cultura, 2023).

El libro presenta tres ejes temáticos. El primero: La importancia de la formación en y desde los ECC. Aquí, por ejemplo, en la página 38, Gabina Ocampo relata una experiencia de, Formación comunitaria del pueblo Qom. La tierra casa de todos, desde Formosa. Y la relata en español y en el idioma original qom.

La formación colectiva

María Loy, de ladrilleros UOLRA, relató su experiencia de foprmación sindcial

El segundo eje, El rol de las formadoras y formadores culturales comunitarios, reflexiona sobre esta tarea entendida como un trabajo. Y verifica -pág. 84, Los formadores y formadoras: trabajadoras y trabajadores en territorio ¿Podemos decir que tienen un solo rol?, por Karina Estévez- que, en rigor, las acciones son múltiples y nacen del contexto.

Y el tercer eje, Elementos que constituyen las prácticas de formación colectiva, se pregunta sobre el sentido de la formación y su aporte a la transformación social. Aquí, en la pág. 108, Isabel Patrana, desde Tucumán aborda, Los saberes en la memoria, la memoria en los saberes. Y lo hace en español y en idioma original quechua.

Es este capítulo, asimismo, María Loy, secretaria a nivel nacional de Prensa del sindicato ladrillero UOLRA -conocida en nuestra región por su tarea cultural y social, asimismo- se refirió a la tarea de reconfiguración que vivió su sindicato, constituido por mujeres, migrantes y trabajadores y trabajadoras de la economía popular.

En la pág. 124, en su trabajo, Cultura y Transformación social. Prácticas de formación en la UOLRA “donde hay una necesidad hay un derecho”, Loy focaliza en la construcción de identidad común para un colectivo diverso que involucra diferentes países (inmigrantes de Paraguay, Bolivia), géneros, y prácticas de trabajo en el propio hogar.

Ladrilleros, un caso

Loy: “si tomamos la cultura como producto, podemos decir que tiene una cadena de creación de valor inmensa”

“Los niños de las familias ladrilleras conviven con el horno (de producción) en sus casas, por lo que se encuentran en “situación de Trabajo”, revela, por ejemplo. Y señala que esa realidad llevó al sindicato a “crear “espacios de cuidado”, con ayuda escolar, talleres de arte, deportes” y actividades reconocidas comunitariamente.

En la charla en el Palacio Otamendi Belgrano, Loy reivindicó la tarea de formación como un trabajo y explicó: “si tomamos la cultura como producto, podemos decir que tiene una cadena de creación de valor inmensa”.  Valoró la escucha. Y relató que de la interacción con las y los ladrilleros surgieron aprendizajes y conocimientos invaluables.

Por caso relató que cuestiones como la labor y la salud son construcciones culturales que se arraigan. Por caso, las mujeres definían su trabajo productivo, a veces de 12 horas diarias, y en tareas productivas muy importantes, como “ayuda”. y Con esto surgió desde la UOLRA la campaña de género: “Trabajo no ayudo”.

También reveló que en cuestiones de salud el ladrillero varón se autoexige. “Mi marido va al médico cuando no sirve más”, decía una mujer. O que era difícil para los niños expresar el oficio duro de su padres. Para Loy, el poder volcar estas experiencias en el libro “servirá para que se repliquen estos saberes imposibles de encontrar en otro lugar”.

Hacia el final las y los talleristas sanfernandinos agregaron experiencias de formación. Revelaron que un taller formativo, más allá de los saberes, constituye un “espacio de contención”, en las comunidades. Y valoraron la presencia del Estado tanto en las formaciones como para relacionar a formadores de todo el país.

Gustavo Camps

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