En su columna el doctor Prado, con relación a los reclamos del Tercer Malón de la Paz, señala una conversación con su colega Pedro Kesselman -convencional constituyente de la Constitución de 1994-. Ambos expertos en derecho coinciden en que la Corte debe hacer respetar en Jujuy la Constitución Nacional en lo que se refiere a reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Además de garantizar el respeto a su identidad. Los derechos de los pueblos originarios no pueden ser vulnerados por las pretensiones de un funcionario mesiánico, asevera el columnista.
Por Juan José Prado*
Un colega convencional del ´94, el doctor Pedro Kesselman, me hacía recordar la necesidad de que nuestros legisladores, diputados y senadores nacionales cumplan la obligación que prescribe la Constitución Nacional (CN) en su artículo 75 inciso 17. Y en especial deben hacerlo los integrantes de nuestra Corte Suprema de Justicia Nacional.
Esto habida cuenta de que dos de ellos, incluso, los doctores Juan Carlos Maqueda y Horacio Rosatti, fueron convencionales propulsores de la reforma constitucional aprobada en el año 1994. Comparto, como hombre de derecho con el colega, que existe la obligación de legisladores y jueces de hacer respetar el contenido de dicho artículo.
El texto de la norma es muy claro. Dice que Corresponde al Congreso: “(…) Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural; reconocer la personería jurídica de sus comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan (…)”.
También señala que le corresponde “regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano; ninguna de ellas será enajenable, transmisible, ni susceptible de gravámenes o embargos. Asegurar su participación en la gestión referida a sus recursos naturales y a los demás intereses que los afectan. Las provincias pueden ejercer concurrentemente estas atribuciones.”
Acampados frente al edificio de Tribunales, los pueblos originarios de Jujuy reclaman al más alto Tribunal del país, el cumplimiento de la CN. Solamente eso. Se debe recordar a los cortesanos que la voluntad soberana expresada en la CN ha decidido que sus derechos no pueden ser vulnerados por la operatoria de un gobernador mesiánico, aunque sea precandidato a la vicepresidencia del país.
“El Malón de la Paz hace flamear la Constitución Nacional”
La gran mayoría de pueblos originarios jujeños han salido a visibilizar el justo reclamo amparados en la Constitución Nacional. En Jujuy esta ha sido vulnerada por una norma impuesta a voluntad y acorde con las pretensiones de un dictador de turno. El Malón de la Paz hace flamear la Constitución Nacional y pide por el reconocimiento expreso de la Carta Magna.
Es menester alertar a la ciudadanía del quiebre institucional que sufre la provincia de Jujuy. Se ha perdido allí la seguridad de la existencia de un Estado de derecho. En Jujuy se vulneran libertades básicas; el derecho de peticionar; y por sobre todas las cosas el derecho al debido proceso, que protege del abuso de las autoridades y garantiza la defensa.
El caos creado por el accionar político represivo de un gobernador, en toda la provincia, que direcciona la imposición del silencio a quienes se oponen a sus designios, es solo compatible con las más negras épocas del terrorismo de Estado. Algo que conocemos muy bien los argentinos y argentinas; y nos recordarán eternamente los 30.000 desaparecidos.
Por ello es necesario poner todas las miradas en los reclamos del Malón de la Paz. Hacerlos visibles. Se debe expresar solidaridad con esos pueblos avasallados para despojarlos de sus derechos fundamentales. Los legisladores y jueces de la Nación deben hacer cumplir la Constitución nacional vigente. El reclamo es legítimo.
* Abogado. Ex presidente de la Asociación de Abogados de Buenos Aires AABA. Miembro de la Mesa Directiva de la APDH (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos). Gran Maestro de la UBA.
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