El columnista Juan José Prado recuerda a Mate Cosido, un ladrón que azotaba a las grandes empresas, y a sus ejecutivos, y repartía parte del botín entre los pobres. Corrían los fines del ´30 y los ´40. Prado es un hombre que ha vivido y vive para contarlo, esto está claro. En su niñez le tocó transitar por los caminos donde Mate cosido hacía de las suyas. Y el recuerdo lo mueve a la reflexión y dice: es la política la que debe enmendar las injusticias.
Por Juan José Prado*
En el recuerdo de un viaje, en mi niñez, de Resistencia (Chaco) a Santa Fe –año 1938–aparece en mi vida “Mate cosido” el ladrón de los pobres. Estábamos viviendo en Resistencia, y habíamos recibido la noticia de que mi abuelo Juan Bautista Malvicino, el padre de mi madre había sufrido un ataque, una indisposición. Y había que estar allí.
Creo haber contado sobre la vida de mi abuelo, ex empleado de los ferrocarriles. Famoso por su máquina 101. Por la velocidad que le imprimía a esa locomotora, con la que batía récord en el recorrido desde Concordia (Entre Ríos) a Posadas (Misiones). Así mereció el apodo de “Botafogo”, por aquel caballo que corriera con éxito “El pulpo” Irineo Leguisamo.
Eso, y su trayectoria como dirigente sindical en las huelgas yrigoyenistas, le valió para ser candidato, equivocado en la elección de partido a mi entender, como senador nacional por la Concordancia, que perdió las elecciones provinciales. No pudo soportar los insultos de sus colegas sindicalistas que lo repudiaron por haber traicionado su trayectoria yrigoyenista.
Derrotado, entró en un profundo dolor que lo llevó a un accidente cerebro vascular (ACV) que terminó, luego de 16 días, con su muerte un 25 de Mayo de 1939. Por este asunto, prestamente mis padres emprendieron el viaje a Concepción del Uruguay, Entre Ríos. Y no puedo precisar por qué no fuimos por ferrocarril y lo hicimos en auto alquilado.
“Lo que pude percibir era temor en todos los grandes que nos rodeaban”
Atravesamos los caminos fangosos de la provincia de Santa Fe desde Resistencia a la ciudad capital santafecina. Desde esa ciudad cruzamos a Paraná y en coche nos trasladamos al destino deseado. Desde ya, los caminos no eran lo que hoy en día. Eran de tierra. Y con lluvia tuvimos que atravesar zonas fangosas donde más de una vez tuvieron que sacarnos.
En una de ellas, un verdadero lago, demoramos muchas horas hasta que nos vinieron a sacar del barro con bueyes. Recuerdo a mi madre bajando al fango desde el coche. A mi padre trasladando las valijas para alivianar el vehículo. Y mi hermanita, recién nacida, y yo, íbamos en hombros de los voluntarios que aparecían a ayudar. Era una odisea.
Lo que pude percibir era temor en todos los grandes que nos rodeaban. Hablaban de un tal “Mate Cosido” que en ese entonces merodeaba la zona, y que según decían, asaltaba a ciertos viajantes. Estábamos, recuerdo, cerca de Vera, al norte de Santa Fe. No querían que los sorprendiera la noche y toparse con el tal Mate cosido.
Mi madre casi entra en pánico con lo que decían –cosa que no le costaba mucho por su carácter – y mi padre silencioso. Así fue como conocí de la existencia de ese personaje. Supe después que en realidad les robaba a los ricos de las empresas Dreyfus, Bunge y Born, La Forestal. Y denunciaba que explotaban a los trabajadores, por eso les robaba.
“Es una incógnita el fin de los días de este culto bandido rural (…)”
Además, repartía parte del botín entre los necesitados. Llegaron a tal extremo las acciones de la banda de Mate Cosido que los empresarios le pidieron a Agustín P. Justo que tome cartas en el asunto. Y así dispuso la creación de la Dirección de Gendarmería dependiente entonces del Ministerio de Guerra, con asiento en Chaco, entonces territorio nacional.
El cuartel estaba en La Lomitas, donde estuvo preso el expresidente, Carlos Menem, en la última dictadura. La Gendarmería jamás `pudo atrapar a Mate cosido, cuyo nombre era Segundo David Peralta. Cierta vez desapareció. Al año mandó una carta a la revista Ahora, donde daba cuenta de que gozaba de buena salud.
Lo cierto es que no se supo de su final. Es una incógnita el fin de los días de este culto bandido rural que signó una época y representó la protesta social contra la explotación. Asumió esa actitud beligerante, confrontativa, no asesina. Porque eludía los enfrentamientos armados con la policía, pero no dudaba si se sentía acorralado.
“Tenemos que tener memoria histórica”
Tanto es así que, según se dice, declinó participar en un robo a La Forestal con su compinche, el anarquista Bailoreto, pues imaginaba lo que en definitiva pasó: en la refriega con la policía hubo un muerto. O luego de eso se separó. Las poderosas empresas que él robaba daban a las fuerzas de seguridad todo para que capturen a Mate cosido. Nunca pudieron.
Con el correr del tiempo, en 1945 en Posadas, conocí al hijo de uno de los integrantes de la banda de Mate Cosido. Estaba afincado en el lugar. Él era un empresario destacado y respetado. Si mal no recuerdo, su apellido era Rondanina, o algo así. Vivía frente a la casa de Saubart y de la familia Mayo. Pasaron muchos años y la memoria puede flaquear.
Estos recuerdos de mi vida ponen en evidencia que siempre existieron estos Robin Hood frente a la injusticia. Pero es la política la que debe enmendar las injusticias sociales. Las injusticias, la explotación laboral y el menosprecio de los humildes no es gratuito ¿Por qué creer que no van a generar violencia? Tenemos que tener memoria histórica.
*Abogado. Ex presidente de la Asociación de Abogados de Buenos Aires AABA. Miembro de la Mesa Directiva de la APDH (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos). Gran Maestro de la UBA.
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