En esta nota la sindicalista Giselle Santana pone en tela de juicio el machismo dentro de la fuerza policial, algo que lejos de ser novedoso viene de lejos y hace tiempo, y a la propia fuerza, para garantizar el cuidado de las personas en la pandemia por COVID-19. Y exhorta a que los organismos encargados de velar por los derechos de las mujeres no sean solo símbolos, sino brazos ejecutores para combatir un flagelo, la violencia de género, la violencia contra las mujeres, que por lo que se ve no tiene límites, no para, no se modifica, no cambia, pase lo que pase.
Por Giselle Santana*
El domingo a la madrugada, cinco policías bonaerenses abusaron sexualmente de una colega, que había decidido quedarse a dormir en el predio que la policía tiene en Los Polvorines, donde se alojan los egresados del Instituto de Formación Policial, ya que su casa está en la ciudad de La Plata, y la distancia era mucha.
La joven abusada tiene tan solo 21 años y estaba allí, igual que sus abusadores, porque eran parte de un grupo de efectivos que estaban reforzando los operativos de control del cumplimiento del aislamiento obligatorio, para ser más exactos, el Ministerio de Seguridad Bonaerense viene reforzando la presencia policial con la hipótesis de contener estallidos y posibles saqueos por el hambre que arrecia en los barrios.
Esa Policía que “nos cuida” en la cuarentena, es la que viola, en patota, a una colega, porque era la única mujer que se encontraba en el Predio en cuestión, así de sencillo: era un cuerpo “disponible”. Es a esa misma policía a la que supuestamente deberían acudir las mujeres cuando son agredidas en sus casas, violentadas, cuando sus hijos e hijas son abusadas y abusados…

El lugar donde ocurrió la violación, según difundieron medios de comunicación nacionales
La misma Policía Bonaerense que se ocupó en plantar pruebas para desviar la investigación en el caso de Anahí Benítez, la adolescente de Lomas de Zamora, secuestrada, violada y asesinada hace dos años, y orientarla a la acusación de un presunto “perejil”, Marcos Bazán, de esos que pueblan las cárceles para ocultar a los verdaderos responsables o “mejorar” las estadísticas.
En este caso, lo que sí se sabe es que el mismísimo Jefe Distrital de Lomas de Zamora Norte, el comisario inspector Damián Lozano, fue detenido por pertenecer a una red de trata de mujeres para explotación sexual. De Lozano dependían varias comisarías, entre ellas la 9º de Parque Barón, donde vivía Anahí, y también Villalba, el otro detenido al que intentaron encubrir mientras pudieron…¿No hace falta agregar mucho más, no?
La Policía de la trata, el gatillo fácil, las violaciones, las causas armadas, no puede ser la respuesta, mucho menos para las mujeres, y para el único delito que no bajó en cuarentena, el feminicidio y los abusos sexuales. El Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad debe dejar de ser un “símbolo” para convertirse en ejecutor de políticas públicas concretas que combatan efectivamente la violencia contra las mujeres y diversidades. Para eso hace falta decisión política, y presupuesto. La plata la tienen los mismos de siempre solo tienen que decidir que, esta vez, paguen.
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