Carolina Sofía Ibarra, ex vecina de la zona norte, actualmente radicada en Ushuaia, nos conecta con el Indio Solari, músico que no requiere mayores presentaciones. Lo hace a partir de un sueño que la vincula con elementos de su vida más íntima, la maternidad, los sentimientos por su padre biológico, la militancia política, un universo variado, variopinto, como suele transportar la buena música, la que se compone desde el alma.
Por Carolina Sofía Ibarra*
Me levanté como suponen, si, no son ¡Wow qué genios! Me desperté agotada, como ahogada en llanto. Todos saben que yo, de casi 33 años, conozco el orden de cada tema en cada disco, y se todas las letras de pe a pa. Las inéditas también, si. Y algunas hasta me animo a decir muy culisuelta «éste tema habla de esto». Un poco caradura. Si. También.
Es que Los Redondos me salvaron la vida. La música me salvó. Su música, y otra. Pero sobre todo la suya. Mi primer tatuaje es el Indio. No él. Pero algo en relación a él y a Los Redonditos. Un dibujo. De Semilla Bucciarelli. Así que indirectamente supe lo que me gustaba del arte plástico por él. Yo diciendo «artista plástico». Tomá pa' vo' . Mi profesora del secundario jamás lo logró.
Mi primera entrada a una librería diciendo «Busco libros de Sartré» fue por el Indio. Lo mismo con Artaud y Rimbaud y muchos más. Llegué a ellos porque el Indio fue guiando mi leer. Como en casi todo. Un día discutí si se decía Sartré con tilde en la «e» o con acento en la a y me creí mil.
¿Hace falta que hable de política y su influencia? No, no hace falta. Pero Oktubre con K me define como ser humano. Sobre todo desde el 7 de Oktubre del 2019 (así lo anoté en el cuadrito que pusimos en la puerta del Sanatorio; así, con K) día, mes y año en el que nació mi hijo. Octubre es un mes de festejo con C. Y con K es mi mes favorito. Yo ya no puedo vivir sin Oktubre, ya no es novedad.

El Indio Solari
Y si hablamos de Tino y su llegada al mundo, tengo que contar que ese momento sagrado y mamífero, estuvo musicalizado. Vivir solo cuesta vida, nos dijo el Indio justo en el momento en el que Mi Bebé abandonaba su monoambiente-panza. En ese momento, y desde ese momento, transitamos juntos el túnel del amor más ancestral y único que me ha tocado vivir. Ese día me enamoré, sin más.
Ésta fusión emocional mama-bebé sigue siendo acompañada por él. Si. Con el Indio de fondo, como siempre que me enamoré. Pero esta vez es posta, esta vez es para siempre. No le pusimos su nombre porque del Indio me gusta todo, menos como se llama. Perdón. Deberías haberte llamado Tino y serías perfecto.
Así que me desperté, hoy, casi sin aire y agarrando el celular para demostrarme que no, que era solo una pesadilla horrible y que el Indio está vivito y coleando. Que todavía está escribiendo la frase nueva, del lugar desconocido hasta el día que ponga play por primera vez, y que me va a llevar a conocer una playa de la costa argentina, e ir a tocar las palmas a un hotel viejo y hablar con los locos del lugar sobre el mito de su mamá, Chicha, y de un espejo inmenso… y del dormitorio en el que -dicen- durmió quien escribió, El Principito. Tengo fotos, si. Hay muchas versiones del libro, en muchos idiomas, en una mesita de luz. Y los dibujitos del libro. En el viejo hotel Ostende. Vayan. Es re lindo. Y está el piano.
Hago esas locuras que no cuento -parece que cuento todo, pero no, gente… no- y así y todo, no estoy tan loca como para llegar al principio del escenario, prefiero quedarme atrás, tomando algo y cantando. Menos para tirarte una zapatilla. O un corpiño. Y menos, que menos, para entrar drogada o borracha y perder de vista cómo jugaste con los colores, las imágenes y las canciones. O tus bailes, Indio. Amo verte bailar. Y se lo que es un artista conceptual gracias a vos. Yo, que nací en calle de tierra hablo de cosas profundas, porque me tocaste con tu varita. Y todo lo que tocas, lo volvés profundo.
Yo no tengo casi relación con mi papá, pero fue el primero en cantarme tus canciones. Y si de padres hablo, también tengo que hablar de vos. Y del llanto de hoy a la mañana. Porque fue eso: sentí que se me moría mi viejo. Como cuando le pasó a algún amigo, ese dolor por perder a alguien que te había marcado a fuego. Siempre temí no sentir eso por la ausencia de mi papá biológico.
Ahora se que lo voy a sentir el día que prenda la tele y seas esa noticia de mierda. Y ni pienso ir a la panadería, para no discutir con alguna vieja que diga que eras «un quilombero al pedo». Porque «quilombero» si, pero al pedo no, señora. Seguro usted votó a Macri, señora. Y quería que lo sepas ahora, aunque se que probablemente nunca te lleguen estas líneas.
Pero bueno, el día que ya no te tenga, me voy a sentir ahogada, ya lo sé. Y también creo saber el porqué. Supongo que porque para mi sos eso: sos aire. Sos la vida y sos amor, obvio. Nada de esto que siento se logra sin amor. Muchos años de amor tenemos, aunque vos te estés enterando ahora. Y seguro tenes este poliamor con muchas personas más. Y sos el único al que le acepto una relación poliamorosa, sabelo.
Pero sobre todo sos libertad. Ya se que Sartré dice que es una condena porque nunca vamos a poder ser libres, libres, de todas las libertades. Pero sos lo más cercano que conocí a la libertad que podemos alcanzar, con vos aprendí que es posible siempre estar un paso más cerca de ella.
Y cuando ya tu cuerpo esté mezclándose con la tierra, haciéndose nada, y todo otra vez, yo le voy a recordar al mundo lo que fuiste. Y pienso ¿Cómo? Como recién. Cantando, mi compañero y yo, con nuestro hijo, en la cama antes de irnos a dormir.
Siempre lo supe, pero hoy lo confirmé: te voy a extrañar. El planeta redondo éste que nos toca compartir, es mucho mejor con vos. Y bueno, acá mi deseo infantil, pero sentido: Indio, ojalá no te vayas nunca. Y en mi casa, siempre vas a ser inmortal.
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