En esta nota Andrés Pavón recuerda cómo fue en su barrio de la juventud el día del golpe de Estado en 1976; y los cambios en la escuela. Relata que era estudiante secundario; y recuerda las nuevas normas autoritarias; un botón de muestra de lo que ocurría a nivel país con secuestros, asesinatos y robo de niños por los dictadores. También exhorta a mantener la memoria; y desde su óptica de militante valora la esperanza de la democracia.
Por Andrés Pavón*
Ese miércoles 24 de marzo de 1976, desde temprano las radios repetían el «Comunicado N° 1», dónde nos anuncian que nuestro país todo «se encuentra bajo el control operacional de la Junta de Comandantes Generales de las FFAA», y se transformaba en un «teatro de operaciones».
La obra macabra comienza. Estado de sitio. Intervención de la CGT. Disolución del Congreso Nacional; legislaturas provinciales, concejos deliberantes municipales. Remoción de los miembros de la Corte Suprema. Y, por supuesto, se suspenden las actividades políticas y sindicales.
Se proclama la «vigencia de los valores de la moral cristiana»; la «relación armoniosa entre Estado, capital y trabajo». Y la pertenencia al mundo «occidental y cristiano». Los señores dueños de la vida y la muerte estaban dispuestos a «erradicar la subversión y las causas que favorecen su existencia», a cualquier precio.
En uno de sus tantos amenazadores «comunicados» nos anunciaban a las y los estudiantes la «conformación de un Sistema Educativo (….) que sirva efectivamente a los objetivos de la Nación (…) y valores culturales del ser nacional».
Los primeros días se vivieron con cautela y hasta cierta tranquilidad. Para muchos el golpe era algo «esperable». Tanto es así que los días previos se vivieron como una «crónica de un golpe anunciado». La muerte del «viejo», del «Pocho», del General –casi todos sabíamos a quien se nombraba- nos había dejado huérfanos, solos, parias.
«A la semana del golpe nos dieron una «notificación», con nuevas «normas»«
Yo cursaba tercer año en el Comercial N°7 República de Portugal. En La Matanza. Allí concurríamos jóvenes de clase media que vivían en calles asfaltadas; e hijos de «obreros provincianos» (llamados despectivamente -cabecitas negras-), como yo, que vivíamos en calles de tierra, o barro, porque el agua de lluvia nunca se secaba.
A la semana del golpe nos dieron una «notificación», con nuevas «normas». Entre ellas se les prohibía a las compañeras concurrir con el pelo suelto, debía estar atado con una «colita» o trenzas; nada de pinturas en el rostro ni en las uñas; les prohibían el uso de pantalones (las polleras debían cubrir las rodillas), y de zapatos con taco
Para nosotros era obligatorio usar zapatos; pantalones de vestir colores azul, negro o gris; camisa blanca, celeste, azul, marrón o gris; blazer azul; y el pelo corto, no debía tocar el cuello del saco. En el camino de ida o vuelta a la escuela no podíamos ir juntos más de dos o de tres; Tampoco podíamos ser más de tres en los recreos.
Para todos/as estaba prohibido fumar en las inmediaciones del Establecimiento; ir de la mano; y menos besarse. Una joven profesora de inglés, próxima a casarse, fue expulsada, despedida, por cometer un “gravísimo delito”, besó a su futuro esposo en una ocasión en la que fue a buscarla con su coche a la escuela.
Echaron también al profesor de «Higiene y profilaxis de las enfermedades» (una re-materia), y le iniciaron una causa judicial por «difundir material pornográfico». Resulta que el «profe» nos enseñaba «enfermedades de transmisión sexual», y como metodología de aprendizaje nos llevaba a la sala de «diapositivas».
«Nada se puede comparar con el secuestro, asesinato, desaparición de 30.000 argentinos«
Allí nos mostraba cómo se veía el «gonococo de Neisser» (gonorrea), bajo un «calidoscopio»: cómo era un «chancro» (sífilis) y vimos que podía desarrollarse en el pene o en la boca. Bueno, algún compañero o compañera le contó a su «ultra católica» madre y está vio lacerados sus «valores cristiano» e hizo la denuncia.
Estás cosas tan absurdas e incomprensibles que viví de jovencito, pasaron a tener tan solo un valor anecdótico y hasta risueño. Nada se puede comparar con el secuestro, asesinato, desaparición de 30.000 argentinos. Detengámonos aquí. Imaginemos o recordemos una cancha de fútbol llena y de pronto todos desaparecen.
También imaginemos una escuela llena de niños; y que los retiran personas que no son sus familiares, que no los conocen ni los aman; y los llevan a “hogares” absolutamente desconocidos, con otros “padres” y “madres”, otras costumbres, otra vida. Todo esto ocurrió aquí, lo vivimos los argentinos en la última dictadura.
Pero después de tanta sangre, tantas muertes, tanto horror, tanta decidía, como dijo León Gieco en una de sus canciones: «el sol dará su escándalo». La dictadura terminó en 1983 pero no fue gratuito. Nada a nosotros nos es gratuito. Fueron 30.000 compañeros desaparecidos y la desastrosa aventura de un general ebrio de poder.
Porque eso también hizo la dictadura cívico militar. Llevó a la muerte a jóvenes soldados, que aún hoy siguen muriendo. Memoria, Verdad y Justicia. Y esto solamente lo lograremos con democracia, y con un gobierno de compañeros.
*Militante del movimiento peronista en San Martín, referente de Causa Nacional San Martín en FADELI
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